Fritz, mi alter ego, puesto que yo no soy el dibujante de Perico y solamente hago de intermediario en sus interacciones de roles, ha decidido cortarle el rollo a su personaje insigne y dar rienda suelta a su faceta de gato. Mi alter ego tiene un alter ego que succiona del underground más purista. Sin más o dejo con la representación audiovisual de ese gato que mató Robert Crumb a manos de una avestruz. Porque sigue vivo y quiere formar una banda de rock.
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Perico quiere ligarse a las chicas de un club de poesía, pero le falta talento, inspiración. Un personaje mítico, un gurú del underground pretende ayudarlo en su propósito.
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Diseccionando la guerra mental entre Perico y yo, en ocasiones, pienso en otros personajes. Y les doy mi propia vida, no desde el barro sino desde la fuente primigenia de la creación: la necesidad de contar una historia, un recuerdo. Lástima que estos sueños sean dichas pasajeras, como si de sueños se trátase. Pero, larga a vida a la infancia.
Perico bebía un trago en un bar de mala muerte. Eso sí, con televisión de plasma. Sus ojos cuajados no podían creer lo que veían: su primo lejano, Donald, exhibía públicamente su derrota entre su amor por Daisy y La Hormiga Atómica. Yo, Fritz, mero conductor de la derrota de su familia, reproduzco la imagen.
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